domingo, 11 de octubre de 2020

N -6. Reflexión sobre la pandemia del coronavirus y la enfermedad COVID19.

 Cuando la pandemia del coronavirus se desató en 2020, Estados Unidos, como otros muchos países, no  estaba preparado. Pese a las advertencias realizadas el año anterior por varios expertos en salud pública sobre el riesgo de un contagio viral a escala mundial, e incluso pese a que China ya estaba enfrentándose al brote en enero, Estados Unidos no disponía de suficiente capacidad para llevar a cabo los tests generalizados que podrían haber contenido la enfermedad. A medida que aumentaba el número de contagios, el país más rico del mundo se veía impotente para suministrar siquiera las mascarillas y otros elementos protectores que el personal sanitario y de atención personal necesitaba para tratar el alud de pacientes infectados. Los hospitales y los gobiernos de los estados se encontraron pujando unos contra los otros para conseguir test y respiradores para salvar vidas.  

Estas líneas son el primer párrafo del prólogo, firmado en abril de 2020, del libro de Michael J, Sandel, La tiranía del mérito. No lo traigo a colación ni para justificar ni para explicar nada de los que nos pasa en España; lo he hecho para ser consciente de que estamos inmersos en el centro de una pandemia universal, cuyo control depende, en el fondo, de las conductas individuales. Navarra ha optado ayer por recomendar  a sus ciudadanos que se queden en casa, seguramente para no pasar por el TSJ de su comunidad y ganar tiempo. Cada uno decidimos qué riesgos somos capaces de soportar guiados, seguramente,  por el miedo a verse infectado -o afectado-, y a la vez cumplimos: mascarilla, manos, separación de los otros, espacios abiertos, etc. Lo hacemos a pesar de que científicos y políticos nos llevan al maltraer con sus guerrillas y opiniones no coincidentes, porque el sentido común corregido por el miedo todavía existe en una mayoría de nuestros conciudadanos.

En estos meses las cadenas de tv han rebuscado las películas que se filmaron con la intención de distraer al público, pero que hoy se ven como un pronóstico que se ha hecho realidad. Algunos, es posible, que hayamos recordado la obra de Ibsen Un enemigo del pueblo.( Se puede ver la obra entera en:://www.rtve.es/alacarta/videos/estudio-1/estudio-1-enemigo-del-pueblo/861893/ ). Pero esta mañana, mientras me duchaba, he oído y atendido durante dos o tres minutos a una versión del final de esta obra de teatro no escrito por Ibsen, sino parafraseado por el periodista que estaba hablando: al final el alcalde consigue mantener abierto el balneario que da de comer al pueblo, a pesar de su contaminación, y a la temporada siguiente el balneario está casi vacío, y el alcalde  dice "pero si solo murió el 1%".

En España, a fecha de ayer,  hemos acumulado un total de 861.000 de afectados por la COVID 19, que representa el 1,836 % del total de la población. Los fallecidos por enfermar de la COVID 19, con PCR que confirma su enfermedad, eran, a día de ayer, 32.929, que representa el 3,823 % de los afectados. Ignoro si estas cifras responden a la realidad porque sabemos hace tiempo que las cifras, en esta sociedad informatizada -quizás no muy concertadamente-, bailan todos los días, y cada día  se corrige lo contabilizado hace dos o tres semanas.  

Lo que Sandel narra en el primer párrafo del prólogo de su libro, lo hemos vivido en España, y estamos, en toda España, trasteando con la pandemia y las medidas para ir contra el virus, porque estas parecen escasas y tardías -eso dicen algunos especialistas, "científicos", tras los que se escudan los políticos, todos y de todos los países de los que la prensa da noticias-.  La valoración de estas cifras, o las que realmente sean, me dicen dos cosas; una, que son muchas infecciones y muchas muertes; la segunda, que menos mal que disfrutamos de instalaciones sanitarias -no suficientes, claro-, de profesionales de la sanidad y de fármacos que permiten hacer frente a los contagiados siempre que no aumente mucho la cifra y colapse las instalaciones y sanitarios existentes.  No sé comprobarlo y, por ello, no lo puedo decir con seguridad; es posible que el atasco de la atención primaria -en España- está impidiendo la llegada de enfermos -incluidas todas las dolencias- a los hospitales.

Esta pandemia también nos ha traído alguna cosa más, y tampoco buena. La desigualdad económica-social, dicen periódicos, ha aumentado; los ricos son más ricos, y los pobres más pobres. Reconociendo las decisiones del gobierno español para atender a los más desfavorecidos, ayer, buscando otra información en la red, llegué conscientemente al decreto del IMV, y sigo hundido en la miseria. La tramitación, la justificación de los requisitos y las cuantías de la ayuda, me parecen piezas de un laberinto y la ayuda real en euros otra miseria; recordé, además que el ministro de seguridad social ha pronosticado que alrededor de la mitad de las solicitudes se resolverán negativamente.

Algo más, sin que condicione el final. No estaría mal saber a cuántos enfermos de la COVID 19 ha y está atendiendo la sanidad privada, y cuántas personas con póliza privada han tenido que irse a la sanidad pública y por qué. Que yo recuerde solo he oído hablar de la sanidad privada a propósito de las residencias de ancianos -perdón, tercera edad-, al reconocer que los residentes enfermos con seguro privado sí que habían sido hospitalizados, en hospitales y clínicas privadas.


jueves, 24 de septiembre de 2020

N -5. Reflexión sobre la pandemia del coronavirus y la enfermedad COVID19.

La COVID 19 me -ignoro si llega a ser "nos"-  ha cambiado la vida; con más precisión, ha trastocado los modos y ritmos de mi vida diaria, semanal, mensual y anual. Es verdad que esos giros y cambios han ocurrido casi subrepticiamente, se han colado en mi vida casi de rondón. Hay que recodar cómo vivía hasta el 8 de marzo de 2020, y como lo hago ahora.

Todos esos cambios han sido, en gran parte, asumidos sin opción, porque hay que defenderse del coronavirus y de la enfermedad que induce. El principal cambio es éste que acabo de enunciar: defenderse. 

Hace unos cuantos años para salir de casa, además de vestirme, no podía olvidar las llaves de casa, la cajetilla de tabaco y el mechero. Hace ya muchos   años que no necesitaba el tabaco y el mechero. Hoy no puedo olvidarme de la mascarilla y del gel hidroalcohólico. Solo uso dos tipos de mascarillas; la KN95, que dentro de unos días quedará prohibida en la UE y sustituida por la FFP2, si tengo previsto entrar en supermercado, en el mercado o en otras tiendas, y la quirúrgica si estoy seguro de que solo salgo a hacer marcha para mantener la masa muscular.

La marcha matinal ha cambiado. Para empezar busco recorridos en los que haya poca densidad de población en las aceras. También vigilo no ir detrás, relativamente cerca, de una o unas personas, huyendo de los restos de saliva que puedan ir dejando en el aire. Lo que antes de esta pandemia era un agradable acto de recreo, hoy entra en el paquete de defensa frente al virus.

Antes de  la pandemia para ir a tomar unas cañas con amigos, salir a cenar con ellos, ir al cine con mi mujer, la misma marcha matinal, ir tranquilamente al mercado o al supermercado, no requería precauciones, salvo llevar dinero y las llaves de casa.

Muchas tardes, casi todas, de la semana, las dedicaba a leer, pero tenía abierta la posibilidad de muchas alternativas igualmente culturales y satisfactorias, y optar por estas segundas requería solo adquirir las localidades. Desde el 9 de marzo de 2020 solo me queda la lectura y la música.

Mi mujer y yo hemos disfrutado de un mes de veraneo en dos sitios distintos. La solución en ambos: crear una burbuja. En Jávea hemos sido ocho personas convivientes, en tres chalets, y nos lo hemos pasado muy bien, pero dentro de la burbuja. En Almería la burbuja incluía mi hijo pequeño, su mujer y sus dos hijos; y, por si acaso, todavía hemos ido un poco más allá, y hemos dormido en un apartamento, y no en el chalet de mi hijo.

Al desgaire. Hemos abandonado, e ignoro si está bien, la obsesión de lavar con lavandina cualquier objeto que entraba en casa. También nos hemos olvidado de restregar con lejía las superficies de la cocina y de cualquier sitio de la casa. Las superficies ya no están infectadas, digo. Lo recuerdo para cuestionar los vaivenes, aunque no los discuto; han hecho lo que han podido.

Al desgaire.  Creo, o me parece, que en España están jugando, trasteando dicen los taurinos, con decisiones poco molestas, a la espera de las vacunas. Y pretenden que entremos al trapo, cuando todos podemos ver, oír y leer.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

N -4. Reflexión sobre la pandemia del coronavirus y la enfermedad COVID19.

 El lunes pasado, 31 de agosto de 2020, mi paseo matutino me llevó a embocar la calle Apolonio Morales desde la Plaza Madre Molas, y al vislumbrar el cruce con el Paseo de La Habana vi, de nuevo, al mendigo que en el mes de julio, cuando nos dejaron pasear libremente sin limitaciones de tiempo ni de distancias, no estaba en el sitio que ocupa desde hace varios años; en verano, en la acera de la derecha, a la sobre de unos árboles, y en invierno en la de la izquierda, al sol. Era la misma persona, y el saludo que el conserje del portal cercano le dedicó me lo confirmó.

Al acercarme, comprobé que había aumentado sus enseres; una silla de jardín, sin brazos, y un sillón de jardín de plástico, de los que se fabrican de un pistoletazo; una alfombra enrollada y colocada sobre un carro de supermercado. La ropa que vestía me pareció menos ajada que la que guardaba en mi memoria; la novedad era un sombrero de paja algo destartalado.

Sentí una gran alegría, porque su ausencia en julio pasado presagió su  muerte por la COVID 19, cómo no. Nunca he hablado con él, ni le he saludado. Pero es una persona que está presente en mis paseos, aunque discurran por otros derroteros. Ha elegido un puesto de mendicante por el que pasamos muy poca gente, y me intriga su elección, porque en menos de un kilómetro a la redonda puede encontrar otros puestos con más concurrencia de personas. Sus intereses tendrá.

Me encantaría decidirme a hablar con él y que me contara qué piensa o cree sobre un montón de asuntos. Aparentemente tiene todo el día para elucubrar esquemas de comprensión; bueno, ¿todo el día?, no lo sé; a lo mejor tiene horario de trabajo, al igual que su colega de profesión que se aposta a la puerta de un supermercado cerca de casa hacia las 10:30 y termina su jornada antes de las 14:00; viene en metro a trabajar. Lo sé porque en un viaje de metro hacia la estación de Atocha, le vi en una estación de la línea 1, desde la que puede empalmar con la linea 10 que le deja a quinientos metros de su puesto de trabajo. 

Sabemos que tener trabajo hoy es un premio, y si está justamente pagado, es un premio gordo. No consideramos que pedir limosna sea un trabajo; es más, muchos creemos que es una las vergüenzas de la sociedad, el último escalón de la desigualdad.

Addenda (07/10/2020). Ser mendigo es el penúltimo escalón de la desigualdad. El último es morir de hambre.     

viernes, 17 de julio de 2020

N -3. Reflexión sobre la pandemia del coronavirus y la enfermedad COVID19.


Ayer, jueves 16 de julio de 2020, cuatrocientas personas representaron a millones de españoles en un acto civil (excepto manifestaciones, es el primer acto civil organizado por el Estado), sin obispos y sus capisayos, y sin hisopos e incensarios, para recordar y decir adiós a todas y todos los muertos por la COVID 19, y para agradecer a miles, muchos miles, de españoles su trabajo regular durante el confinamiento y después del mismo para que la nación siguiera en marcha.

Salvo la intervención de Felipe VI, las dos efectuadas por dos personas de la sociedad civil tuvieron un tono elegíaco, perfectamente adaptado al acto en el que hablaron. El renacer de la civilidad, que atrajo también a todas las confesiones religiosas, pero colocadas en su escalón social, dejó en la papelera cualquier referencia a un estadio posterior al fallecimiento que edulcora el luto, igualó a los civiles y a los políticos en el protocolo, los círculos concéntricos -sin estrados especiales- igualó a todos los presentes, y por ello a todos los ciudadanos.

Tertuliano dejó escrito que el cielo -esa opción posterior al fallecimiento que aparece en todos los actos de difuntos cristianos- era el reino de Dios, por supuesto, y disponía para gozo de los bienaventurados de una terraza a la que asomarse para ver, en el fondo, el sufrimiento de los condenados al infierno. Se cuente como se cuente la realidad del reino de Dios tras el Juicio Final, y del que ya disfrutan los bienaventurados tras su muerte, nunca podrá reducir a un valle de lágrimas la vida de hombres y mujeres. Nuestra realidad es, sobre todo, una vida llena de ilusión y de ganas de vivir hasta el último segundo.

El silencio del acto de ayer, solo roto por la música y por la palabra -elegías, solo dos, unos, pocos, versos, y un parlamento de circunstancias del rey de España-, guardará siempre en la memoria la muerte indiscriminada de más de veintiocho mil compatriotas, y reivindicará que no ha habido héroes, sino personas; ambos desde mediados de febrero de 2020, un mes antes del decreto de alarma, aunque no entren en las estadísticas.

Entran en las estadísticas sí, en este caso casi a  pie forzado, los desencuentros de parte, minoritaria por cierto, de la población española, tengan o no permiso de residencia, unos por ausencia no excusada de conciencia social y otros por injusticia de la vida, que incrementan  diariamente el número de contagiados por coronavirus, poniendo en peligro inminente los márgenes de libertad de movimientos que podemos disfrutar y, sobre todo, la vida de centenares de compatriotas, que siguen incrementando el total de fallecidos.

El llanto por los fallecidos y el respeto -o miedo- a la pandemia vigente, serán hueros si quedan enterrados en el Patio de Armas del Palacio Real de Madrid.

 

Eduardo Ferrer Grima.

Madrid.

17.07.2020

Siendo las14:43.

 


viernes, 10 de julio de 2020

N -2. Reflexión sobre la pandemia del coronavirus y la enfermedad COVID19.


Hace tres o cuatro días volví a pasar por la dos esquinas que forma la calle Apolonio Morales al cruzarse con el Paseo de la Habana. Durante los meses de calor, en la acera de la derecha. porque hay sombra, y durante los meses de otoño e invierno en la acera de la izquierda, porque hace un buen sol, solía, en los años anteriores a la pandemia  provocada por el coronavirus, asentarse un mendigo (¡qué digo!, seguramente esta calificación no sea correcta políticamente; ¿valdría "persona excluida socialmente que ha optado por acudir a la compasión y piedad de sus compatriotas" para armar un ecosistema con el que subvenir a sus necesidades básicas: comer, vestirse, etc.? ¿o resultaría mas aceptable para los garantes de lo políticamente correcto "persona que ha aceptado la condición temporal de mendigo para poder subvenir a...? ¿incluso sería mejor "persona que, por circunstancias socio-económicas varias, ha llegado a verse socialmente excluida", y recurre, forzado por las circunstancias, a la mendicación para subvenir a...?

Sea lo que sea más correcto para no incomodar a quienes se han erigido en censores léxicos, que se ocupan de que usemos unos términos que, sin obviar la realidad, marcan pautas para que la denominación de  la realidad, en este caso la de un pobre mendicante, no resulte ofensiva o denigrante para la propia persona mendicante, y a la vez (pura ironía hasta el final de este párrafo. Lo aclaro para evitar interpretaciones ajenas a mis intenciones)  pueda ser  objeto de estudio sociológico con el fin de delimitar la dimensión numérica de esta personas, su distribución geográfica, las causas que determinan la exclusión social, los aspectos psicológicos que contribuyen a esa misma exclusión, qué procesos de formación podrían ayudar a salir a esta personas de la situación social en la que han caído (por eso deben asumir una parte importante de responsabilidad, como defienden muchos economistas y millonarios), qué organismos podrían o deberían hacerse cargo de diseñar diferentes escenarios de tratamiento político-asistencial, etc., hasta llegar a pergeñar un presupuesto económico, incluyendo qué organismos deberían administrar esos fondos, con la máxima transparencia. Esta transparencia debería afectar a la libración de fondos, a las características personales de las personas afectadas que darían derecho a entrar en los programas finalmente aprobados, al número real finalmente atendido, a los resultados de las actuaciones, a la clarificación de las personas elegidas que abandonan el programa y por qué. A lo largo de las actuaciones deberían modificarse, con flexibilidad, las previsiones irrealizables, las previsiones erróneas, y cualquier otro extremo que necesite aclaración, rectificación o modificación.

Que consten estas precisiones, para que pueda relatar lo que yo veo evitando todos los riesgos de olvidarnos de esa persona que pide limosna para poder vivir. En primer  lugar, recordaré que esta persona de la esquina de la calle Apolonio Morales, me permitió seguir la evolución económica de todo el país. Inicialmente esta persona se sentaba en el suelo, rodeado de sus pocos enseres; unos meses después me lo encontré sentado en una silla de tijera; un tiempo después, sentado en un sillón confidente de despacho; pasados otros meses su estatus descendió a una silla de jardín, para, tras otro tracto temporal largo, con gran pesar mío había  vuelto al suelo. Mis comentarios durante cada cada época hacían coincidir el estatus sedente del pobre mendigo con la marcha económica del país (según Jellinek, País es un término de derecho político, que acuña el autor,  que diferencia de Estado -o Imperio-,  de municipalidad  y de estado federal, a entidades políticas que no se ajustan a la doctrina oficial). No repetiré dichos comentario porque pueden leerse en este mismo blog.

Añado, ahora, cuando convivimos, oficialmente, con el virus y la enfermedad COVID 19, que el pobre mendicante ya no está en ninguna de la dos esquinas de la calle Apolonio Morales, en su cruce con el Paseo de La Habana. Ignoro qué haya podido ser de él, pero la realidad es que ya no está donde durante unos años apuntaló su vida. El hecho constatado de su no estancia, y obviando las variables de su propia realidad, me da pié para confirmar que la pandemia en la que vivimos sí está modificando la vida de mis compatriotas. La modificación más evidente y dolorosa es la muerte de miles de ellos; evidente también que millones de compatriotas están en el paro laboral; evidente también que un porcentaje muy alto de los tres millones acogidos a un ERTE tiene grave riesgo de acabar en el paro laboral; evidente también que un 30% de mis compatriotas-según Intermón- está al borde de la exclusión social; las colas para recibir comida evidencian que un 26% de compatriotas no tiene otro modo de acceder a la comida; también parece evidente que el mundo laboral puede transformase radicalmente si el teletrabajo se generaliza y los contratos laborales hoy legales van perdiendo vigencia por la fuerza de los hechos, cuando muchos puestos de trabajo se conviertan en autónomos, y no necesariamente deberán ser mis compatriotas quienes los desempeñen.

Como muchos de los escribidores como yo, sé contar lo que veo y lo que -ojalá con error absoluto-  intuyo para los días, semanas, meses, años, quinquenios y decenios. Pero no tengo ni propuestas ni respuestas. Esta pobreza intelectual mía, me duele mucho, y son este dolor y pena los que me empujan por los traseros de mi conciencia a escribir que, junto con las charlas con los amigos y familiares, es lo único que ahora sé hacer. A lo mejor, si la sociedad civil se ahorma y decide a actuar con criterio y fuerza frente al Leviatán para que modifique y asegure los apoyos que necesitan todas las personas en este estado de las cosas - de la res publica- me sentiré con fuerzas para, junto con todos, forzar al Leviatán a hacer realidad un mejor estado de bienestar, unas estructuras financieras y fiscales nuevas y eficaces para todos (para el bien común), para expandir la justicia social con todo su esplendor.

Madrid, a las 7:48, del día 11 de julio de 2020.

miércoles, 24 de junio de 2020

N-1. Reflexión sobre la pandemia del coronavirus y la enfermedad COVID19.




El puesto de observación que la sociedad me ha asignado tiene unos ángulos de visión y unas perspectivas más bien escasos y cortas. Pero sigue siendo un puesto, o punto, de observación. Desde ese puesto he podido escribir dos reflexiones, y me atrevo a iniciar la N-1, con la interna ilusión de llegar a la primera que, seguramente, no comprenderá los dos fenómenos, el virus y la enfermedad que acarrea en su loca y dispersa carrera.

Como en muchas columnas de opinión de la prensa diaria, lo que se escribe surge de una idea o una cita de un libro que el autor ha leído o está leyendo; normalmente estos opinadores utilizan libros recientes o de escasa difusión. El colmo de esta argucia, que yo sepa, y porque fui protagonista, afecta a un catedrático de Historia del Arte en la carrera, denominada en esos años, Filosofía y Letras -esclava ya del arte cisoria que se dedica a dividir lo que es uno-, que tenía expresamente prohibido preparar el examen mediante los resúmenes de la historia del arte de Azcárate; olvidé conscientemente la prohibición; “arte minoico” fue el enunciado del tema a desarrollar en el examen escrito -la precisión de “escrito” no es gratuita, porque en aquellos tiempos eran habituales los exámenes orales-; la respuesta en aquellos resúmenes prohibidos se contenía en una sola página, que más o menos fotocopié gracias a la memoria fotográfica de la que hoy carezco, e incluí la única cita que se contenía en todo el libro; no recuerdo lo que decía, pero era de Zimmerman, que nunca he sabido quién era ese personaje. No era difícil para el corrector descubrir mi desobediencia. Pero la papeleta con la nota decía “matrícula de honor”. 

Al hilo de lo dicho transcribo unas líneas de uno de los libros que tengo empezados.

Que una enfermedad se convierta o no en epidemia depende de cuatro factores: su grado de letalidad, su capacidad para encontrar nuevas víctimas, lo fácil o difícil que sea de contener y lo susceptible que resulta a las vacunas.
[…]
En realidad, es extraordinario que no haya desgracias más a menudo. Según un cálculo publicado por Ed Young en la revista Atlantic, el número de virus de las aves y mamíferos que tiene el potencial de saltar la barrera de la especie e infectarnos también a nosotros puede ser de hasta 800.000. Eso supone un gran peligro potencial.

(BRYSON, Bill, El Cuerpo Humano. Guía para ocupantes, RBA Libros, Barcelona, febrero de 2020. Aclaro que el original en inglés se publicó en 2019 en Gran Bretaña).

(La cita de Young: “The Next Plague Is Coming. Is America Ready?”, Atlantic, julio-agosto de 2018).

Las fechas de publicación de estos escritos y citas confirman que sus autores ni sospechaban que en unos meses o dos años largos la infección provocada por un virus llegaría a ser una pandemia. En esas estamos.

La pobreza de mi puesto de observación es evidente. Es un libro publicado antes de la pandemia en la que vivimos el que me sirve de observación para calibrar cuál y cómo es lo que estamos viviendo.

¿La realidad? También la observo, claro; leo prensa diaria y revistas (de pensamiento, ¡eh!), blogs conocidos, guasaps, filmes   - muchas veces de los años cincuenta-. Una de las películas que más me gusta es “El sueño eterno”, en primer lugar, por el título, claro, y también…por…, no recuerdo por qué más. Entre libros, hablando de títulos, hay dos que de vez en cuando me rondan; “La insoportable levedad del ser”, “La primacía de la sociedad civil”.

¿La realidad? Hoy en día, para salir de casa, además de lavarse, afeitarse, vestirse, desayunar, coger las llaves, el bote de líquido hidroalcohólico, la mascarilla, las gafas de sol para proteger los ojos, y, en mi caso, el sombrero para proteger mi frente y nariz del sol, hay decidirse a adoptar en la calle un ritmo algo acelerado para recuperar masa muscular. Antes, hacía muchas menos cosas para salir de casa, y durante bastantes años, no olvidarse del tabaco y del mechero -o encendedor, para los más jóvenes, porque no creo que hayan tenido en su mano un mechero auténtico-; y salía para ir a algún sitio concreto o solo para pasear.

¿La realidad? En muchos momentos de la marcha para recuperar masa muscular, debemos ir driblando a distancia a las personas que nos anteceden y las que nos vienen de cara, con el objeto de mantener dos metros de distancia “personal” por si acaso.

¿La realidad? Que cuando me he sentado en una terraza al aire libre, por supuesto, y con una caña delante, me quito la mascarilla, y vigilo a quién tengo enfrente y a qué distancia, y a quién tengo a derecha e izquierda para ver si pueden infectarme, que, sépase, no es lo mismo que contagiarme. Curiosamente, tras dos o tres horas sin mascarilla, ninguno de los contertulios -amigos o familia, por supuesto-, se olvida, tras pagar la cuenta, de colgar de sus orejas la mascarilla que ha andado durante esas horas por el bolsillo de la camisa o en cualquier bolsillo, incluso encima de la mesa al lado del móvil. Es como si volviéramos a la realidad: el virus vuelve a estar presente. Durante unas horas hemos disfrutado de la bebida, de la comida, de la charla, y…casi nos hemos olvidado de la COVID19.

Eduardo Ferrer Grima.
Madrid, 24 de junio de 2020.
A las 20:37  

domingo, 14 de junio de 2020

Antepenúltima reflexión sobre la pandemia del coronavirus y la enfermedad COVID19.



No lo sé. Así terminé la penúltima reflexión sobre la pandemia. Predecir el pasado es muy fácil, y tremendamente injusto, según dijo el domingo 7 de junio de 2020 en una entrevista publicada en El País el Salvador Illa, ministro de Sanidad. Tras leer esta entrevista comenté en el guasap JubJub que hemos estado, y estamos, añado ahora, en buenas manos.
Me gustaría recoger en unas páginas lo que cada uno de mis amigos y amigas son capaces de recoger de su memoria lo que hemos vivido desde el 8 de marzo hasta el día que cada uno quiera, pero nunca posterior al uno de junio pasado. Porque podríamos comprobar la selección de hechos, cifras, enfrentamientos, sufrimientos, penas y glorias que cada persona es capaz de recordar y hacer público. Ni sumando todos estos escritos sería, o seríamos, capaz de reconstruir, no de predecir, lo que hemos vivido, porque cada uno ha guardado datos diferentes, y seguramente las memorias han reordenado y reinterpretado lo archivado. Personalmente me considero incapaz, sobre todo, de reproducir con palabras la intensidad, contenida, eso sí, con la que creo recordar que he vivido los meses de marzo y abril de 2020; mayo me ha supuesto un resbalar, cogido a las barandillas del tobogán, pero frenando solo con las manos, y los pies juntos sin rozar los laterales.
El futuro de la pandemia, ya en junio, es, tristemente, fácil de resumir. Seguiremos   resbalando por el tobogán; no, por una montaña rusa, porque todos predicen nuevos ataques víricos. Por lo menos hasta que un tratamiento farmacéutico o una vacuna sea capaz de pararle los pies a este virus.
Hemos aprendido a vivir confinados, aislados, en muy pocos días estos meses pasados. Ahora nos toca aprender a vivir con prevención y con mascarillas, sin plazo previsto, porque ya no hay, de momento, que autorizar un confinamiento cada quince días; seguiremos a la defensiva. Cambia el decorado, y nos sentiremos más libres porque nos dejarán circular, pero seguiremos haciéndolo con prevención, que incluye un cierto respeto y miedo, con mascarillas casi siempre, y con un montón de normas que han ido adelantando los periódicos. El decorado incluye seguir pendientes, aunque sea de forma resumida en las noticias que nos cuelan en el móvil (con nuestra autorización, por supuesto), del recorrer de la pandemia no solo en nuestro país, sino en las autonomías a las que vayamos con nuestra libertad de circulación recuperada, porque si hay rebrotes en la zona en la que nos solazamos, habrá que volver rápido a casa para evitarnos una cuarentena en un lugar no deseado para ella. En fin, no sigo, porque si hay más cosas que comentar, todas serán para adaptar nuestras escasas defensas personales y apuntalarlas.
En muchas de las sesenta y ocho tertulias que he mantenido con un grupo de muy buenos amigos, todas las tardes a las siete, hemos comentado cómo saldríamos del confinamiento y de la pandemia, con la esperanza de una sociedad más justa y amparada por los poderes y servicios públicos. En paz, solidaria, con libertad frente a esos poderes para poder ponerles freno a la vez que les pedimos que sean fuertes, y hemos soñado con el advenimiento, por fin, de la fraternidad, doscientos treinta y un años después (5.05.1789).
Lo hemos vivido, lo estamos viviendo, y lo viviremos. Que la ilusión y las ganas de vivir nunca nos falten.

Eduardo Ferrer Grima.
Madrid, 8 de mayo de 2020.
A las 21:14
(Post scriptum. No hay error en la fecha del escrito, y la fecha de publicación. Una avería en mi PC me impidió publicarlo el mismo 8 de mayo).


martes, 28 de abril de 2020

Penúltima reflexión sobre la pandemia.


Penúltima reflexión sobre la pandemia. 26 de abril de 2020.

Mañana comenzamos la séptima semana confinados. Mis reflexiones sobre la COVID 19 empezaron el lunes 9 de marzo cuando, de acuerdo con Carmen, decidimos no ir la comida de sábado 14.

Desde esa fecha, nueve de marzo, han ido apareciendo en mi conciencia, y no por orden, profesiones y trabajos conocidos, e ignorados porque debían existir. He oído noticias todos los días, e incluso he atendido a entrevistas, que han llegado a ser el plato fuerte de las televisiones, con médicos, enfermeras, enfermos, curados, virólogos, epidemiólogos, nacionales e internacionales; he asistido a escenas de aviones cargados de material sanitario; he oído promesas de todo tipo, que no han llegado a ser realidad; he intentado entender una realidad que estaba dentro de toda esa faramalla de palabras y palabras sobre un virus y la enfermedad que provoca.

He participado de no sé cuantas tertulias a las siete de la tarde. Cuando me despierto todas las tardes de la siesta, mido con el reloj en la mano el tiempo que falta para las siete, a la vez que leo unas páginas de alguno de los libros que tengo empezados y, más de una tarde, se me caen de las manos porque la realidad a la que asisto es inabarcable, por lo menos para mí.

Desde hace unos días me ido dando cuenta de algo que esta mañana eclosionó dentro de mí, tras conocer la muerte y la posterior tramoya de la hermana de un muy buen amigo, no de COVID 19, sino esperando un trasplante de hígado que no llegó a tiempo. He caído de la grada de espectador y me he dado cuenta de que soy actor; estoy viviendo en el escenario mundial, y solo soy una de los siete mil quinientos millones de personas.

En unas pocas horas todo lo que he vivido durante siete semanas, y estoy entrando en la octava, se ha diluido, pero no olvidado. Quiero vivir la realidad en la que estoy desde mi corta medida, aceptándo la frase que he escuchado a varios científicos ante alguna pregunta del periodista: “No lo sé”.

Eduardo Ferrer Grima.
A las 23:38.


sábado, 29 de febrero de 2020

SEGUNDA ÉPOCA. Amaneceres. (34). Viviendas, mercado de alquileres.




(Este amanecer lleva tanto tiempo guardado que ha devenido en atardecer. En el amanecer de hace unos veinte días, tras pelotearse durante toda la noche las neuronas de mi cerebro dos o tres noticias oídas o leídas, me levanté y transcribí el parto neuronal que,por su origen, no tiene ni padre ni madre y, así, en esta sociedad, no se va a ningún lado. La prueba es que yo mismo lo he tenido guardado. Lo publico ahora porque cabe suponer que  ministras, ministros, asesoras y asesores pueden idear monstruos parecidos y, o se los guardan y los olvidan, o ya se los parará, ahora, Dª Nadia Calviño, a la sazón vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital de España. (La tipografía de este título no es un error; viene a simular el poder real del que dispone). Yo me siento libre para publicarlo, que no es poco poder.
También aclaro que lo de pisos accesibles, asequibles, adaptados, no constituye un error de mal redactor; son tres anzuelos).



Plan de viviendas con alquileres accesibles.

Dato previo.

Pagar el resultado de la liberalización del suelo del gobierno Aznar, las casi ochocientas mil viviendas construidas al año, las hipotecas repartidas a voleo (que era el negocio de la construcción+banca) sin garantías de devolución, la especulación financiera apalancada por la banca alemana, costó (línea de crédito blando, y que no pagarán los españoles, se insistió) unos 80.000.000.000 € (ochenta mil millones de euros).
El gobierno de Rajoy endeudó a todo el país en esa cifra (con sospechas fundadas de que fue bastante más), y lo iremos pagando, primero en intereses, y al final de la vida de muchos, el principal.

Viviendas con alquileres asequibles.

Asequibles o, mejor, adaptados a cada caso. ¿Cómo?:

11.   La SAREB ha recogido todos los créditos no pagados, cargando, lógicamente, con las viviendas. No tiene forma de quitárselos de encima; por eso hablaron de banco malo, porque heredó toda la mierda de los bancos y cajas. Ignoro las cifras.

2 2.  Los bancos, y los nuevos bancos derivados de las cajas, todavía viven y trafican como pueden con miles de pisos cuyos créditos no se saldaron (lo que ha exigido alguna/s depreciación de su patrimonio inmobiliario, que así figura en sus balances). Ignoro las cifras
.
33.    Supongo: que a España le vendría estupendo disponer del total de esas viviendas con alquileres asequibles y/o adaptados.

44.    Supongo: que el Estado compre el total de todas esas viviendas, saldando a la vez el total de los créditos. Consecuencia: a través de los ayuntamientos se puede alquilar de forma adaptada, y todos los españoles tendrían vivienda; el patrimonio de los ayuntamientos crece, y también los impuestos municipales crecerán; la SAREB se liquida y se olvida; los bancos vuelven a recibir un porqué de euros que, me temo, tampoco devolverán (pues “a la paz de dios”, que decían antes en los pueblos).

5.    Adelanto cifras supuestas (¡claro!).

1º Supuesto:  Para dar vivienda a todos los que no la tienen, e incluso trasvasar a viviendas asequible a quien hoy la tienen, pero con el agua al cuello. ¿Cuántos son? Pues supongo que 250.000 personas/familias; ergo nos hacen falta esa misma cifra de viviendas.

2º Supuesto: el Estado impone un precio medio a las actuales viviendas y créditos. Digamos (1):  150.000 € cada vivienda. El total de la operación asciende en estos supuestos a 37.500.000.000 € (treinta siete mil quinientos millones de euros). Digamos (2): 100.000 € precio medio impuesto por vivienda. En este caso el total sería de 25.000.000.000(veinticinco mil millones de euros); la misma cifra que costó reflotar Bankia para salvar a los cuentacorrentistas,por supuesto.

 6.  Importantes consecuencias:

A. En el plazo de dieciocho meses 250.000 familias/personas accederán a una vivienda de alquiler adaptado/asequible para todos.

 B. Cualquiera de estas dos cifras sí se va a devolver; corrijo, se va a ir devolviendo muy poco a poco, sí, durante la vida útil de esas viviendas alquiladas a muy bajo precio.

C. El mercado de viviendas de alquiler actual se regula él solito en, supongamos, dieciocho meses, plazo que se concedería al Estado y a los Ayuntamientos para terminar la operación.  

D. Salvamos a los que no tiene vivienda, que viven en peores circunstancias y con más riesgos que los cuentacorrentistas de Bankia.

 7. ¿Es viable lo que este dibujo propone?

      Vicepresidencia Económica (Calviño).
         Ni leerla.
      Sector Banca.
         Bocinazo, porque sus balances deberán reconocer más pérdidas.
      Sector construcción.
         Bocinazo. Evidente reducción del mercado.


   8.Es mejor mi propuesta que limitar el precio de los alquileres.

       Interviene el Gobierno corrigiendo el mercado libre, cosa que hace      constantemente.  

       El control de la operación queda en manos de unos centenares o miles de ayuntamientos. Con total cercanía para controlar la operación inicial y todo el desarrollo de futuro: elección y adaptación del precio del alquiler en cada caso; como propietarios de los pisos, están obligados a su mantenimiento; y todas las obligaciones del propietario.


      
      


  

domingo, 16 de febrero de 2020

SEGUNDA ÉPOCA (33). Invitado a una cena.


Heteropatriarcado opresor, como ironía chistosa; fiesta feminazi  (8 de marzo), como si fuera un puyazo profundo; gobierno narcocomunista, bilduetarra y separatista, para separarse del gobierno actual; eventos perroflautas, como una chispa de ingenio para calificar los actos y las decisiones del gobierno actual. Son algunos de los términos que personajes de la cena fueron usando a voleo para, aplicados a hechos, a  actos y/o a sus actores o causas, pretender desmontar, cuando no difamar, algunos de los actos políticos del último mes.

Una cena a la que fui invitado por razones de amistad con la persona homenajeada. Mi amanecer despertó ayer por la mañana, hacia las diez,  cuando me levanté de la cama; fui consciente de que tenía en la cabeza un ovillo muy enrevesado, en el que entraban palabras, frases, narraciones, gestos, amabilidades, conversaciones huecas. Conversaciones breves, llenas de tópicos, y, además, breves, porque los tópicos agotaban el total de las ideas que sobre un asunto -por ejemplo, la importancia de la formación profesional, para no ir más lejos- podían utilizar. El topicazo de mariposas picando de flor en flor resulta escaso para contornear las conversaciones que escuché, y, cuando en alguna ocasión pretendí expandir el contexto, solo el contexto -nada de ideas que ampliaran el campo de la conversación-, con un recorte educado, por torero,  se iba a la papelera el tema, y nacía otro. Esos sí, las conversaciones fluían una tras otra, como si siguiéramos un guión preescrito (sic, porque prescrito indica voluntad de imponer, de poder, por lo menos en esta cena. Lo aclaro porque el corrector de word no reconoce "preescrito" ).

Acomodarme a ese ovillo enrevesado me ha llevado todo el día de ayer y  la recomposición que el cerebro efectúa cada noche para resetearse, borrar lo inútil enviándolo a la papelera, ordenar las ideas y las palabras conforme a su significado y utilidad para entender lo ocurrido y, sobre todo, prestarme al amanecer -amanezco en esta ocasión yo, porque es todavía noche cerrada-  hace un rato una visión, recuerdos de la cena ordenados; pero sobre todo, enriquecidos con toda la información que mi cerebro ha sido capaz de almacenar durante setenta y seis años. Esta versión de la cena es la que estoy intentando iluminar a la vez que, espero, vayan encendiéndose las primeras luces del amanecer, porque necesito más luz.

Los pasos vaporosos y delicados que se dieron en la cena para ir rozando temas y asuntos, unos serios, con entidad; por ejemplo, la formación profesional, necesaria para que existan obreros especializados con destornillador en la mano, la eutanasia, error mayúsculo porque abrirá el portón  de los asesinatos legales, y también el de los suicidios ficticios -aclarando alguien que suicidios ya hay muchos más de los que recogen las estadísticas oficiales-. Otros asuntos de las conversaciones, cuando se iniciaban, me parecían a mi de menor entidad, pero con el paso de las palabras se hinchaban y subían al altar mayor de política con mayúsculas; por ejemplo, la seguridad asertiva de los discursos de los capitostes de VOX,y sobre todo de Abascal -persona que para algunas de las damas de edad casi provecta despertaba atractivos físicos, e ignoro si fisiológicos-; por ejemplo, asuntos de la vida de la casa real española -identifiqué por lo escuchado que, en realidad, hablaban de algunas personas de la casa real española entendida  muy extensamente- sin rozar temas confusos, como los negocios de la corona, o de los coronados, y de algún yerno.

Hubo más temas, pero el recordar solo estos pocos, ha agotado el resumen que mi cerebro ha elaborado con pasmosa celeridad y precisión esta noche.

Ahora, ya despierto y dueño de mi cerebro, de mis palabras y de mis dedos al teclear, me alegro, en el fondo, de haber asistido a esta cena, porque ha reverdecido, con un verde fuerte, los datos que  todos tenemos de una parte de la sociedad  que puede vivir, intencionadamente o no, en su realidad, que está al margen de lo que pasa en la calle, de las necesidades de miles de millones de personas, españolas o no. Lo siento por este sector de la sociedad, que todavía esta por debajo de los de arriba de verdad, porque se han perdido en la vida, y eso es casi perderse la vida.

Madrid, lunes 17 de febrero de 2020, a las 7:22 am . (Aunque blogspot se empeñe en que es domingo 16 y que el reloj marca las 22:19)

viernes, 10 de enero de 2020

SEGUNDA ÉPOCA (32). Fiestas Navidad 2019,

Pasadas, o acabadas, las fiestas de navidad del año 2019, nos conviene recordar, aunque ha sido muchas veces explicado,  que los romanos clásicos celebraban con ritos análogos a los actuales de navidad las fiestas Saturnales, en honor al dios Saturno (dios de la agricultura) y como reconocimiento de victorias militares. Estos festejos se santificaron con la celebración del nacimiento de Jesús. 

Hace bastantes años la frase española para felicitar los festejos navideños era: Feliz Navidad y próspero Año Nuevo. Ignoro en qué año se dejo caer lo de "próspero" y ascendimos a desearnos una año siguiente "feliz". Eso parece, un ascenso en el volumen del deseo; mejor y más es ser feliz, que simplemente  prosperar. El diccionario etimológico de Corominas/Pascual, recoge en la entrada "próspero"la siguiente acepción del término: "Prosperitas, que es bienandança que acaesce al ombre que prospera: y es prosperar aver provechos de bien en mejor. Según el mismo diccionario ya está en uso en el año 1499. Y termina añadiendo que prosperare es "hacer próspero, hacer feliz". Digo yo,  entonces  prosperar lleva a la felicidad; y la experiencia nos dice que, por lo menos, no siempre.

En resumen, personalmente prefiero que me auguren prosperidad, porque la lo de la felicidad tengo experimentado que no es un estado, sino momentos en los que se alcanza la felicidad, o lo que cada uno entiende por felicidad. Tener provechos de bien en mejor, y  la felicidad ya me la buscaré o me alcanzará por el camino.