domingo, 14 de junio de 2020

Antepenúltima reflexión sobre la pandemia del coronavirus y la enfermedad COVID19.



No lo sé. Así terminé la penúltima reflexión sobre la pandemia. Predecir el pasado es muy fácil, y tremendamente injusto, según dijo el domingo 7 de junio de 2020 en una entrevista publicada en El País el Salvador Illa, ministro de Sanidad. Tras leer esta entrevista comenté en el guasap JubJub que hemos estado, y estamos, añado ahora, en buenas manos.
Me gustaría recoger en unas páginas lo que cada uno de mis amigos y amigas son capaces de recoger de su memoria lo que hemos vivido desde el 8 de marzo hasta el día que cada uno quiera, pero nunca posterior al uno de junio pasado. Porque podríamos comprobar la selección de hechos, cifras, enfrentamientos, sufrimientos, penas y glorias que cada persona es capaz de recordar y hacer público. Ni sumando todos estos escritos sería, o seríamos, capaz de reconstruir, no de predecir, lo que hemos vivido, porque cada uno ha guardado datos diferentes, y seguramente las memorias han reordenado y reinterpretado lo archivado. Personalmente me considero incapaz, sobre todo, de reproducir con palabras la intensidad, contenida, eso sí, con la que creo recordar que he vivido los meses de marzo y abril de 2020; mayo me ha supuesto un resbalar, cogido a las barandillas del tobogán, pero frenando solo con las manos, y los pies juntos sin rozar los laterales.
El futuro de la pandemia, ya en junio, es, tristemente, fácil de resumir. Seguiremos   resbalando por el tobogán; no, por una montaña rusa, porque todos predicen nuevos ataques víricos. Por lo menos hasta que un tratamiento farmacéutico o una vacuna sea capaz de pararle los pies a este virus.
Hemos aprendido a vivir confinados, aislados, en muy pocos días estos meses pasados. Ahora nos toca aprender a vivir con prevención y con mascarillas, sin plazo previsto, porque ya no hay, de momento, que autorizar un confinamiento cada quince días; seguiremos a la defensiva. Cambia el decorado, y nos sentiremos más libres porque nos dejarán circular, pero seguiremos haciéndolo con prevención, que incluye un cierto respeto y miedo, con mascarillas casi siempre, y con un montón de normas que han ido adelantando los periódicos. El decorado incluye seguir pendientes, aunque sea de forma resumida en las noticias que nos cuelan en el móvil (con nuestra autorización, por supuesto), del recorrer de la pandemia no solo en nuestro país, sino en las autonomías a las que vayamos con nuestra libertad de circulación recuperada, porque si hay rebrotes en la zona en la que nos solazamos, habrá que volver rápido a casa para evitarnos una cuarentena en un lugar no deseado para ella. En fin, no sigo, porque si hay más cosas que comentar, todas serán para adaptar nuestras escasas defensas personales y apuntalarlas.
En muchas de las sesenta y ocho tertulias que he mantenido con un grupo de muy buenos amigos, todas las tardes a las siete, hemos comentado cómo saldríamos del confinamiento y de la pandemia, con la esperanza de una sociedad más justa y amparada por los poderes y servicios públicos. En paz, solidaria, con libertad frente a esos poderes para poder ponerles freno a la vez que les pedimos que sean fuertes, y hemos soñado con el advenimiento, por fin, de la fraternidad, doscientos treinta y un años después (5.05.1789).
Lo hemos vivido, lo estamos viviendo, y lo viviremos. Que la ilusión y las ganas de vivir nunca nos falten.

Eduardo Ferrer Grima.
Madrid, 8 de mayo de 2020.
A las 21:14
(Post scriptum. No hay error en la fecha del escrito, y la fecha de publicación. Una avería en mi PC me impidió publicarlo el mismo 8 de mayo).


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