No lo sé. Así terminé la penúltima reflexión sobre la
pandemia. Predecir el pasado es muy fácil, y tremendamente injusto, según dijo
el domingo 7 de junio de 2020 en una entrevista publicada en El País el
Salvador Illa, ministro de Sanidad. Tras leer esta entrevista comenté en el
guasap JubJub que hemos estado, y estamos, añado ahora, en buenas manos.
Me gustaría recoger en unas páginas lo que cada uno de mis
amigos y amigas son capaces de recoger de su memoria lo que hemos vivido desde
el 8 de marzo hasta el día que cada uno quiera, pero nunca posterior al uno de
junio pasado. Porque podríamos comprobar la selección de hechos, cifras,
enfrentamientos, sufrimientos, penas y glorias que cada persona es capaz de
recordar y hacer público. Ni sumando todos estos escritos sería, o seríamos,
capaz de reconstruir, no de predecir, lo que hemos vivido, porque cada uno ha
guardado datos diferentes, y seguramente las memorias han reordenado y
reinterpretado lo archivado. Personalmente me considero incapaz, sobre todo, de
reproducir con palabras la intensidad, contenida, eso sí, con la que creo
recordar que he vivido los meses de marzo y abril de 2020; mayo me ha supuesto
un resbalar, cogido a las barandillas del tobogán, pero frenando solo con las
manos, y los pies juntos sin rozar los laterales.
El futuro de la pandemia, ya en junio, es, tristemente, fácil
de resumir. Seguiremos resbalando por
el tobogán; no, por una montaña rusa, porque todos predicen nuevos ataques
víricos. Por lo menos hasta que un tratamiento farmacéutico o una vacuna sea
capaz de pararle los pies a este virus.
Hemos aprendido a vivir confinados, aislados, en muy pocos
días estos meses pasados. Ahora nos toca aprender a vivir con prevención y con
mascarillas, sin plazo previsto, porque ya no hay, de momento, que autorizar un
confinamiento cada quince días; seguiremos a la defensiva. Cambia el decorado,
y nos sentiremos más libres porque nos dejarán circular, pero seguiremos
haciéndolo con prevención, que incluye un cierto respeto y miedo, con mascarillas
casi siempre, y con un montón de normas que han ido adelantando los periódicos.
El decorado incluye seguir pendientes, aunque sea de forma resumida en las
noticias que nos cuelan en el móvil (con nuestra autorización, por supuesto),
del recorrer de la pandemia no solo en nuestro país, sino en las autonomías a
las que vayamos con nuestra libertad de circulación recuperada, porque si hay
rebrotes en la zona en la que nos solazamos, habrá que volver rápido a casa
para evitarnos una cuarentena en un lugar no deseado para ella. En fin, no
sigo, porque si hay más cosas que comentar, todas serán para adaptar nuestras
escasas defensas personales y apuntalarlas.
En muchas de las sesenta y ocho tertulias que he mantenido
con un grupo de muy buenos amigos, todas las tardes a las siete, hemos
comentado cómo saldríamos del confinamiento y de la pandemia, con la esperanza
de una sociedad más justa y amparada por los poderes y servicios públicos. En
paz, solidaria, con libertad frente a esos poderes para poder ponerles freno a
la vez que les pedimos que sean fuertes, y hemos soñado con el advenimiento,
por fin, de la fraternidad, doscientos treinta y un años después (5.05.1789).
Lo hemos vivido, lo estamos viviendo, y lo viviremos. Que la
ilusión y las ganas de vivir nunca nos falten.
Eduardo Ferrer Grima.
Madrid, 8 de mayo de 2020.
A las 21:14
(Post scriptum. No hay error en la fecha del escrito, y la fecha de
publicación. Una avería en mi PC me impidió publicarlo el mismo 8 de mayo).
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