miércoles, 24 de junio de 2020

N-1. Reflexión sobre la pandemia del coronavirus y la enfermedad COVID19.




El puesto de observación que la sociedad me ha asignado tiene unos ángulos de visión y unas perspectivas más bien escasos y cortas. Pero sigue siendo un puesto, o punto, de observación. Desde ese puesto he podido escribir dos reflexiones, y me atrevo a iniciar la N-1, con la interna ilusión de llegar a la primera que, seguramente, no comprenderá los dos fenómenos, el virus y la enfermedad que acarrea en su loca y dispersa carrera.

Como en muchas columnas de opinión de la prensa diaria, lo que se escribe surge de una idea o una cita de un libro que el autor ha leído o está leyendo; normalmente estos opinadores utilizan libros recientes o de escasa difusión. El colmo de esta argucia, que yo sepa, y porque fui protagonista, afecta a un catedrático de Historia del Arte en la carrera, denominada en esos años, Filosofía y Letras -esclava ya del arte cisoria que se dedica a dividir lo que es uno-, que tenía expresamente prohibido preparar el examen mediante los resúmenes de la historia del arte de Azcárate; olvidé conscientemente la prohibición; “arte minoico” fue el enunciado del tema a desarrollar en el examen escrito -la precisión de “escrito” no es gratuita, porque en aquellos tiempos eran habituales los exámenes orales-; la respuesta en aquellos resúmenes prohibidos se contenía en una sola página, que más o menos fotocopié gracias a la memoria fotográfica de la que hoy carezco, e incluí la única cita que se contenía en todo el libro; no recuerdo lo que decía, pero era de Zimmerman, que nunca he sabido quién era ese personaje. No era difícil para el corrector descubrir mi desobediencia. Pero la papeleta con la nota decía “matrícula de honor”. 

Al hilo de lo dicho transcribo unas líneas de uno de los libros que tengo empezados.

Que una enfermedad se convierta o no en epidemia depende de cuatro factores: su grado de letalidad, su capacidad para encontrar nuevas víctimas, lo fácil o difícil que sea de contener y lo susceptible que resulta a las vacunas.
[…]
En realidad, es extraordinario que no haya desgracias más a menudo. Según un cálculo publicado por Ed Young en la revista Atlantic, el número de virus de las aves y mamíferos que tiene el potencial de saltar la barrera de la especie e infectarnos también a nosotros puede ser de hasta 800.000. Eso supone un gran peligro potencial.

(BRYSON, Bill, El Cuerpo Humano. Guía para ocupantes, RBA Libros, Barcelona, febrero de 2020. Aclaro que el original en inglés se publicó en 2019 en Gran Bretaña).

(La cita de Young: “The Next Plague Is Coming. Is America Ready?”, Atlantic, julio-agosto de 2018).

Las fechas de publicación de estos escritos y citas confirman que sus autores ni sospechaban que en unos meses o dos años largos la infección provocada por un virus llegaría a ser una pandemia. En esas estamos.

La pobreza de mi puesto de observación es evidente. Es un libro publicado antes de la pandemia en la que vivimos el que me sirve de observación para calibrar cuál y cómo es lo que estamos viviendo.

¿La realidad? También la observo, claro; leo prensa diaria y revistas (de pensamiento, ¡eh!), blogs conocidos, guasaps, filmes   - muchas veces de los años cincuenta-. Una de las películas que más me gusta es “El sueño eterno”, en primer lugar, por el título, claro, y también…por…, no recuerdo por qué más. Entre libros, hablando de títulos, hay dos que de vez en cuando me rondan; “La insoportable levedad del ser”, “La primacía de la sociedad civil”.

¿La realidad? Hoy en día, para salir de casa, además de lavarse, afeitarse, vestirse, desayunar, coger las llaves, el bote de líquido hidroalcohólico, la mascarilla, las gafas de sol para proteger los ojos, y, en mi caso, el sombrero para proteger mi frente y nariz del sol, hay decidirse a adoptar en la calle un ritmo algo acelerado para recuperar masa muscular. Antes, hacía muchas menos cosas para salir de casa, y durante bastantes años, no olvidarse del tabaco y del mechero -o encendedor, para los más jóvenes, porque no creo que hayan tenido en su mano un mechero auténtico-; y salía para ir a algún sitio concreto o solo para pasear.

¿La realidad? En muchos momentos de la marcha para recuperar masa muscular, debemos ir driblando a distancia a las personas que nos anteceden y las que nos vienen de cara, con el objeto de mantener dos metros de distancia “personal” por si acaso.

¿La realidad? Que cuando me he sentado en una terraza al aire libre, por supuesto, y con una caña delante, me quito la mascarilla, y vigilo a quién tengo enfrente y a qué distancia, y a quién tengo a derecha e izquierda para ver si pueden infectarme, que, sépase, no es lo mismo que contagiarme. Curiosamente, tras dos o tres horas sin mascarilla, ninguno de los contertulios -amigos o familia, por supuesto-, se olvida, tras pagar la cuenta, de colgar de sus orejas la mascarilla que ha andado durante esas horas por el bolsillo de la camisa o en cualquier bolsillo, incluso encima de la mesa al lado del móvil. Es como si volviéramos a la realidad: el virus vuelve a estar presente. Durante unas horas hemos disfrutado de la bebida, de la comida, de la charla, y…casi nos hemos olvidado de la COVID19.

Eduardo Ferrer Grima.
Madrid, 24 de junio de 2020.
A las 20:37  

domingo, 14 de junio de 2020

Antepenúltima reflexión sobre la pandemia del coronavirus y la enfermedad COVID19.



No lo sé. Así terminé la penúltima reflexión sobre la pandemia. Predecir el pasado es muy fácil, y tremendamente injusto, según dijo el domingo 7 de junio de 2020 en una entrevista publicada en El País el Salvador Illa, ministro de Sanidad. Tras leer esta entrevista comenté en el guasap JubJub que hemos estado, y estamos, añado ahora, en buenas manos.
Me gustaría recoger en unas páginas lo que cada uno de mis amigos y amigas son capaces de recoger de su memoria lo que hemos vivido desde el 8 de marzo hasta el día que cada uno quiera, pero nunca posterior al uno de junio pasado. Porque podríamos comprobar la selección de hechos, cifras, enfrentamientos, sufrimientos, penas y glorias que cada persona es capaz de recordar y hacer público. Ni sumando todos estos escritos sería, o seríamos, capaz de reconstruir, no de predecir, lo que hemos vivido, porque cada uno ha guardado datos diferentes, y seguramente las memorias han reordenado y reinterpretado lo archivado. Personalmente me considero incapaz, sobre todo, de reproducir con palabras la intensidad, contenida, eso sí, con la que creo recordar que he vivido los meses de marzo y abril de 2020; mayo me ha supuesto un resbalar, cogido a las barandillas del tobogán, pero frenando solo con las manos, y los pies juntos sin rozar los laterales.
El futuro de la pandemia, ya en junio, es, tristemente, fácil de resumir. Seguiremos   resbalando por el tobogán; no, por una montaña rusa, porque todos predicen nuevos ataques víricos. Por lo menos hasta que un tratamiento farmacéutico o una vacuna sea capaz de pararle los pies a este virus.
Hemos aprendido a vivir confinados, aislados, en muy pocos días estos meses pasados. Ahora nos toca aprender a vivir con prevención y con mascarillas, sin plazo previsto, porque ya no hay, de momento, que autorizar un confinamiento cada quince días; seguiremos a la defensiva. Cambia el decorado, y nos sentiremos más libres porque nos dejarán circular, pero seguiremos haciéndolo con prevención, que incluye un cierto respeto y miedo, con mascarillas casi siempre, y con un montón de normas que han ido adelantando los periódicos. El decorado incluye seguir pendientes, aunque sea de forma resumida en las noticias que nos cuelan en el móvil (con nuestra autorización, por supuesto), del recorrer de la pandemia no solo en nuestro país, sino en las autonomías a las que vayamos con nuestra libertad de circulación recuperada, porque si hay rebrotes en la zona en la que nos solazamos, habrá que volver rápido a casa para evitarnos una cuarentena en un lugar no deseado para ella. En fin, no sigo, porque si hay más cosas que comentar, todas serán para adaptar nuestras escasas defensas personales y apuntalarlas.
En muchas de las sesenta y ocho tertulias que he mantenido con un grupo de muy buenos amigos, todas las tardes a las siete, hemos comentado cómo saldríamos del confinamiento y de la pandemia, con la esperanza de una sociedad más justa y amparada por los poderes y servicios públicos. En paz, solidaria, con libertad frente a esos poderes para poder ponerles freno a la vez que les pedimos que sean fuertes, y hemos soñado con el advenimiento, por fin, de la fraternidad, doscientos treinta y un años después (5.05.1789).
Lo hemos vivido, lo estamos viviendo, y lo viviremos. Que la ilusión y las ganas de vivir nunca nos falten.

Eduardo Ferrer Grima.
Madrid, 8 de mayo de 2020.
A las 21:14
(Post scriptum. No hay error en la fecha del escrito, y la fecha de publicación. Una avería en mi PC me impidió publicarlo el mismo 8 de mayo).