Salvar el verano (también lo desglosan
en salvar la semana santa, por ejemplo). Ya llegan las vacunas. Estos dos
mensajes, que entre los políticos son como dos emplastes que aspiran a
conllevar la pandemia y abrir una esperanza temporal -mayo es el objetivo,
según Salvador Illa-, no son más que otra versión de lo que oíamos en mayo
pasado; hay que salvar el verano, por el turismo, y hay que convivir con el
virus. Ya sabemos que no salvamos el verano y que no hemos aprendido a convivir
con el virus. Veremos qué pasa con las vacunas y con el verano que viene. Más
aún; los regates con las medidas de casi todas las comunidades autónomas no son
más que intentos de conseguir indicadores rebajados para abrir la mano en las
fiestas de navidad, con el resultado que, por experiencia, podemos esperar, la
tercera ola.
Según dicen estamos en la segunda ola de
la pandemia, aceptando con estas palabras que el aumento de contagios y muertes
está causado solo por el coronavirus, y que las conductas “arriesgadas” de las
personas no tienen nada que ver. Es una licencia ética, creo yo, al igual que
calificar al número de contagiados y de muertos como “preocupantes”. ¿Solo una
“ola”? ¿Solo “preocupantes”?
Lo actual es que seguimos conviviendo
bastante mal con el virus, como no podía ser de otra manera. Esta convivencia está
provocando miles de contagiados, miles de enfermos (con secuelas), y cientos de
ellos en las UCI (fallecidos o con secuelas graves). Frente a esta realidad la
política (los políticos y sus decisiones) asumen con bastante facilidad el
dolor y la muerte de la COVID 19.
El número de muertos impresiona y,
quizás ya no tanto como al principio de la pandemia, pero olvidamos a los
contagiados que se salvan con secuelas. La política sigue empujando a la
convivencia con el virus, y no se lanza a tumba abierta para reducir - ¿a cero?
- los contagios, no solo la incidencia de los últimos catorce días, y por lo
tanto los muertos.
Además de convivir con el virus hemos
aprendido a vivir con los contagiados y con los muertos. Uno de los
“científicos” que habló hace meses en una entrevista pronosticó que la pandemia
acabará cuando el número de muertos al año sea asumible socialmente; al igual
que convivimos con los miles de muertos anuales por la gripe común (¿por qué
común?), o con los cuatrocientos mil fallecidos por la malaria; nos falta saber
ese límite social para aprender a convivir con el virus. Entonces nos dirán, y
seguro que diremos, como oímos y dijimos en junio pasado, que hemos vencido al
virus.