lunes, 3 de septiembre de 2018

Interludio/Intermezzo. (c)



Sin embargo, aquí en la tierra no hay forma más perfecta de ausencia presente como el dormir. Al dormir entramos en un reservado de nuestra existencia anterior.Una dicha sobrecogedora, un odio que trastoca el alma, sentimientos tan fuertes como los que nos sacudieron en la infancia, el sueño nos los guarda. La cueva de la noche es punto de encuentro con nuestros fantasmas, y cuando estos se mezclan con los vivos en el refugio del sueño y adoptan el rostro de Fulano, el gesto de Mengano (o incluso el nuestro), como en esas viejas fotografías de doble exposición, a la mañana siguiente nos persigue durante horas el vago sentimiento de que  nuestra división práctica entre sueño y realidad es tan pobre como confortadora. Se diría que el sueño es nuestro arrendatario de por vida: en él la espera que es nuestra existencia ha encontrado su forma más constante. Pero quién sabe si no será al revés, y seamos nosotros el sueño que sueñan los muertos.

( Köhler, Andrea, El tiempo regalado. Un ensayo sobre la espera, Libros del Asteroide, Barcelona, 2018. Págs. 134-135). 

"La cuna se mece sobre un abismo, y el sentido común nos dice que nuestra existencia no es más que una breve hendidura de luz entre dos eternidades llenas de oscuridad". (Nabokov).